Nicholas Groth diferencia en su tipología de agresores sexuales a menores a los agresores fijados y los
agresores regresivos:
Los agresores sexuales fijados son también definidos como pedófilos.
Éstos tienen una orientación primaria y exclusiva hacia los niños y reconocen esta
atracción como un estado permanente y de carácter obsesivo. El interés por los
niños comienza en la adolescencia y se mantiene a los largo de su vida. En
ocasiones se casan para esconder su preferencia o incluso para llegar a tener
mayor acceso a menores (hijos propios o de la pareja). En ocasiones adoptan un
rol pseudoparental con su víctima y no suelen tener sentimientos de culpa,
vergüenza o remordimientos. Sus abusos son premeditados y planificados.
Los agresores sexuales regresivos suelen tener una preferencia sexual
hacia sujetos de su edad pero en una situación de conflicto o de tensión pueden
sentir una atracción hacia el niño como una forma de liberar la tensión. El
interés por los niños suele aparecer en su etapa adulta y puede no volver a
repetirse. Tienen un escaso control de los impulsos, baja tolerancia a la
frustración y pobre autoconcepto. Normalmente sólo se preocupan por sus propias
necesidades y muestran escaso interés por las de los demás. Pueden no sentir ni
vergüenza ni culpa, pero sí se preocupan por las consecuencias derivadas de ser
descubierto y que suelen negar.
Esta diferenciación entre dos
tipos de agresores es importante a la hora de valorar los factores de riesgo,
el tipo de tratamiento y el pronóstico o posibilidad de rehabilitación.
Abuso sexual |
Nicholas Groth (1979), también dividió
a los violadores en función de la
motivación básica que exhibían en la agresión.
Violación colérica (55% de los agresores): ocurre cuando la
sexualidad constituye un medio para expresar y descargar sentimientos
almacenados de cólera y rabia. El violador emplea más violencia de la necesaria
para obligar a la víctima a ceder, debido a que la idea central de esta
violación es dañar a la mujer tanto como sea posible.
Violación de poder (40% de los agresores): describe al agresor que
quiere poseer sexualmente a la mujer, no quiere dañarla. Su meta es tener sexo,
así que la violencia es del todo instrumental, solo emplea la violencia imprescindible
para convencer a la mujer de que colabore. El quiere el control, experimentar
estar al mando y tener a su merced a la víctima. Pero no quiere la gratificación
sexual, sino demostrar que es lo suficientemente hombre para sí mismo.
Violación sádica (5% de los agresores): Incorpora tanto la sexualidad
como la agresión. El agresor de esta categoría elige a sus victimas por que
las encuentra semejantes a algo que el odia, que quiere destruir, normalmente
siguiendo un ritual, donde pueda atarla, torturarla, y obligarla a que haga
determinadas cosas. La experiencia de violar la excita enormemente, obtiene el
hecho de degradar y abusar a la mujer.